jueves, 10 de julio de 2008

Silencio


Ella le odió. Le odió al comienzo de esas largas jornadas sin poder hablar, sin poder reír, sin poder hacer ningún ruido. Le odió con violencia mientras, escondida, miraba por la ventana jugar a sus compañeros y él se apoyaba en su hombro con gesto prohibitivo. Durante días sólo se miraron, los ojos de ella bañados de preguntas y dudas, y en los de él reflejada una paciencia absoluta. Ella se negaba a habituarse a él, pese a que en aquellos días, durante horas, él era su único acompañante. La rutina con su triste andar, hacía pasar las jornadas. Ella dejó sus preguntas olvidadas en algún lugar, y ya sólo acudía a sus encuentros revestida de indiferencia, sabiendo que era algo inevitable. Sus citas siempre transcurrían de la misma forma, ella medio escondida tras aquella ventana mirando anhelante la calle y la vida exterior, o sentada en un rincón de la habitación con los ojos perdidos en la nada.
Una mañana él le regalo un libro. Lo puso junto a ella, que lo miró con recelo, sin tocarlo. Días después, hastiada de aburrimiento, cansada de mirar por la ventana, y sin ser capaz de identificarse aún con él, ella tomó el libro y empezó a leer. Durante días leyó mientras él asentía, mirándola desde un rincón. Se fueron sucediendo los presentes. Él le fue regalando mil mundos. Mundos en forma de libros que ella leía con avidez. Mundos en forma de folios en blanco que ella rellenaba de palabras, la mayoría de veces sin sentido. Mundos en forma de poesía que dieron calor a su alma. Era su manera de abrirle la ventana, y dejarla escapar lejos. Lejos de su presencia.
Un día, cuando ella ya ni lo esperaba ni lo necesitaba, sus encuentros cesaron. A ella le abrieron, de nuevo, las puertas al mundo real. Y los que la habían empujado a los brazos de él, la incitaron a abandonarle. Volvió los ojos hacia él y le dirigió una sonrisa de despedida sin saber que decir. Nunca habían cruzado palabra y aún así se entendían perfectamente. Pero aquel día, a ella le pareció escuchar:
- Recuerda que siempre estaré cerca, por si necesitas mundos nuevos o recordar los antiguos
Ella asintió y salió de allí. Años después ella sigue amando esos mundos que sin su ayuda, quizá no habría conocido. Y a veces le busca y se encuentran, lejos de los ojos de todos. Porque como diría Benedetti: que espléndida laguna es el silencio. Y lo que enseña

5 comentarios:

dsdmona dijo...

Como echaba de menos tus escritos. Eres una artista y éste es precioso.

D.

Mayte dijo...

Bienvenida Dsdmona¡¡¡ Y gracias...
Espero que la vuelta a la vida real no esté siendo demasiado dura. Besos

Belisker dijo...

Intenso, Uroboros, como no podía ser de otra manera.... se me puso un nudo en la garganta.
Es necesario leerlo varias veces para darse cuenta que estamos ante un tesoro.

Un beso,

Belisker dijo...

Un inmenso tesoro que esconde una gran ternura y fortaleza.

Otro beso :)

Anónimo dijo...

Me ha encantado estas letras desde el silencio y los gestos como descubrir nuevos mundos. Un beso.