Como cada día la vio llegar, con su andar tranquilo y pausado. Al franquear la puerta exhibió su acostumbrada sonrisa y saludó con ese tono de voz que distingue a las personas felices. Mientras ella se sentaba se acercó a preguntarle si iba a tomar lo mismo de siempre. Asintió mientras él ya había abierto el grifo de la cerveza y llenaba un vaso que luego le puso delante, acompañado de esos frutos secos que comía con el entusiasmo de una niña. Y ¿acaso no lo era? él, a sus cuarenta y tantos años, no podía menos que anhelar estar cerca de sus veinte y pocos y así, tal vez, atreverse a confesarle lo bella que la veía. Pero esa barrera seguía erguida, mucho más alta que la barra de madera que les separaba.
- ¿Que tal el fin de semana? ¿Fuiste a esa fiesta que me dijiste? - le preguntó mientras la miraba dar un primer trago
- Sí, estuvo muy bien -
La escuchó contar los detalles de la fiesta, y aunque daba la sensación de hacerlo distraídamente, mientras seguía secando vasos o colocando botellas, la verdad es que más que oírla adsorbía cada palabra, reteniéndolas para luego, ya a solas, recrearse o dolerse, como en aquel momento, en que ella le contaba que una vez más no había visto en todo el fin de semana al chico que le gustaba, a pesar de haber ido al centro, que es por donde sabía que se movía. El también lo sabía, sabía que la mayoría de domingos ella se paseaba por esas calles por si la casualidad hacia que se encontrase con ese chico por el que suspiraba. Y por ello él, que vivía en aquella zona, se quedaba domingo sí, domingo también, encerrado en su casa. Por que aquella bendita casualidad que hacía que ella no se encontrare con su deseado chico, seguro que haría que él la viera a ella, y así aumentar la tortura de saberse preso de un amor imposible. Aún así muchas veces la veía pasar desde la ventana. Siguió oyéndola hablar de su "Moreno", como ella llamaba a aquel chico que parecía ignorar incluso que ella existiese. Y a pesar de que sabía que, muy probablemente, cuando ella tuviese pareja dejaría de acudir a su bar, y dejaría de verla, no podía menos que alentarla a que siguiese insistiendo. Se merecía tener suerte
- Deberías invitarle a algo - apuntó él - ¿no dices siempre que le gusta el cine? pues invítale, le dices que hay una pelí que nadie quiere ir a ver contigo, que no te gusta ir sola y que como sabes que le encanta el cine...Seguro que te dice que sí.
- ¿Tú crees?
- Lo que hubiera dado yo porque una chica como tú me invitase al cine - intentó bromear él pero su voz sonó tan grave que ella se le quedó mirando durante unos segundos, luego sonrió de nuevo al decir
- No sé José, lo normal sería que me invitase él
- Quizá necesita un empujón...hay hombres tímidos, no creas que sois sólo las mujeres. Siempre dices que crees que le gustas, pues si él te gusta a ti... ¿porque no intentarlo?
Ella bajó la vista como meditando, permaneció así durante un largo minuto, durante el cual él ya la estaba imaginando en el cine con ese chico, viendo la película, hablando...y quien sabe que más. Ella apuró su copa, dejó unas monedas sobre la barra y se levantó para irse. Él sintió que la perdía. Ya salía por la puerta cuando se giró, y regresó a la barra, le sonrió, y con voz nerviosa le dijo:
- José, en el cine Ideal hay una peli que quiero ver, pero nadie quiere verla conmigo...he pensado que podrías venir tú, ya que te gusta tanto el cine...
lunes, 21 de julio de 2008
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6 comentarios:
¿Cómo puedes conseguir casi siempre que te pones delante de un papel o de la pantalla en blanco hacerme un nudo en la garganta que no se va hasta mucho tiempo después de haberte leído?.... sí, claro, es verdad... escribiendo como lo haces tú, con el alma, con la pasión y con el corazón.
Gracias.
Un beso,
Desde luego, nadie como tú puede escribir así. En apenas veinte líneas... cuanta ternura, dolor, esperanza, amor, indiferencia... vida, en realidad
D.
Los genios son así, Belisker, les das un papel y un lápiz y mueven montañas, son capaces de crear universos de ensueño.
Da gusto llegar a casa después del curro y encontrarse cosas como estas. Gracias uroboros, una vez más, y a ti por inspirarla:). Y gracias a ti, que estás ahí arriba y que a veces, sin saberlo, me permites ver estas maravillas. Me refiero al vecino, que me "presta" el interné. Besos, un saludo.
Que historia más tierna, y qué indecisiones, cobardías o falta arrojo para intentar lo que uno quiere existen en este mundo.
preciosa historia. La edad como barrera franqueable.
Ahora podrán comer esos frutos secos juntos.
un abrazo
Hay situaciones donde la vida y la ternura se dan la mano, pero hace falta maestría, como la tuya, para retratarlas. Un beso.
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